El Escribujo de una Muerte Anunciada.


La vida media de un rollo de papel higiénico no es muy larga. Suele ser de unos tres días. Esto varía según el entorno, ya que en las casas donde hay miembros adolescentes esa vida se reduce significativamente. Había momentos en que la vida también se acortaba por acontecimientos fortuitos puntuales. Como que se acabase el papel de cocina, o hubiese una epidemia de gripe común.

James era un rollo normal, de una famila de rollos normales, y vivía en una casa normal. Él tuvo la suerte de ser el último rollo del paquete, por lo que su vida se había alargado más de la media. El problema era que había visto morir a todos sus compañeros. Les veía salir del paquete bien gordos y, poco a poco, iban adelgazando, hasta que se convertían en un cilindro de cartón. Y muertos, acababan en la basura. 

Hace seis meses que James fue sacado de su paquete y puesto en el porta-rollos. Pero justo en ese momento la casa quedó deshábitada. Por los periódicos y revistas viejos que se amontonaban sobre el bidé, pudo saber que los humanos habían creado algo llamado crisis. Esto había provocado que muchos de ellos no pudiesen seguir viviendo en sus hogares. Y sin gente en la casa él no sería usado. 

Pasaba las horas viendo como las arañas tejían redes en las esquinas del baño. Se entretenía mirando su reflejo en el espejo. Leyendo y releyendo las etiquetas de los botes de champú. Hasta que una mañana esa bombilla que hacía tanto que no lucía se encendió. Un humano con camiseta rota y cresta multicolor entró en su largamente solitario refugio. 

¿Qué o quién era ese ser? Se puso escribir en las paredes con pintura de colores. Frases como "Okupación o muerte" y "Kapitalismo esclavo". De pronto cruzaron miradas. El humano se sentó en el retrete y depositó una mierda tan grande y apestosa que las arañas huyeron por los desagües. Extendió la mano hacia el porta-rollos y empezó a mutilar a James de forma metódica. Cada trozo de papel arrancado era un paso más hacia la desaparición. James pensó en sus amigos, que durante tanto tiempo había echado de menos, y con los que pronto se reuniría. 

Una especie de calma fue sustituyendo su miedo inicial. Calma por saber que por fin las cosas serían como deberían ser. La calma de aquel que abandona su soledad para reencontrarse con los suyos.

El fabuloso Escribujo del ascenso y caída de Bot-aldinho.


Cuando Isaac Asimov estableció las tres leyes de la robótica, estaba pensando en máquinas destinadas a hacernos la vida más fácil. Pero él mismo, en sus novelas ya preveía que nuestra relación con los Robots no sería precisamente idílica.

Don Isaac no hubise imaginado que su nieto, José Asimov, revolucionaría el mundo del deporte con las máquinas que su abuelo había ayudado a diseñar. En la feria del deporte de Barbate de 2045 se presentó el primer juez de linea eléctrónico, fabricado por Asimov Corp. El resultado fue tan bueno que casi todos los árbitros acabaron siendo  sustituidos por Robots.

Entonces llegó el momento de la auténtica revolución. Don Manuel Ruiz de Lopera III aprovechó un vacío en el nuevo reglamento (adaptado para permitir que los robots participasen en el juego como árbitros) para fichar a un robot como delantero centro del Real Betis Balompié. Era el modelo Bot-aldinho 3.0, y la potencia de su disparo era tal que las redes de las porterías empezaron a fabricarse de cable de acero.

El Betis vivió una época de verdadero esplendor, ganando títulos y convirtiéndose en el equipo referencia del fútbol mundial. Pero Bot-aldinho dejó de ser la estrella que era. Se empezó a juntar con robots de mala vida, que le llevaban a locales de striptease, donde la electricidad fluía sin límite.

Poco a poco se convirtió en una máquina obsoleta casi incapaz de cargar el Widows XP. Hasta que un día fue desguazado para reciclar el titanio de su cuerpo.

Un final trágico para la gran primera estrella del fútbol robótico... Si Asimov levantara la cabeza...

El Escribujo con Botas


Como ha ocurrido, y ocurre aún en multitud de ocasiones, la historia suele crear leyendas que pueden o no ceñirse exactamente a la realidad. Pero al haber sido transmitidas a traves de los años mediante el boca a boca, han perdido su significado de tal manera, que se llega a elevar a los altares a auténticos villanos y se difama a héroes. 

En el caso que nos ocupa, la vida de un auténtico cabronazo ha llegado hasta nuestros días en forma de cuento para niños. Estamos hablando de "El Gato con Botas". 

Esta fábula tiene origen en la narración de la vida de Godofredo "Gato" Cifuentes, el hijo menor de una familia de la baja nobleza Leonesa. Debido a las leyes sucesorias de la época el hermano mayor de Godofredo heredaría todo el patrimonio familiar, mientras que él debía ser soldado a religioso. Pero el espíritu de Godofredo le guió por otros lares. Muy jovencito demostró un interés especial hacia las mujeres, preferiblemente casadas. Como era apuesto, inteligente y educado, no le costaba embaucar a cada señora que se cruzaba en su camino. 

El apodo de "El Gato" le viene por su habilidad para escalar muros, saltar fosos, trepar árboles... cualquier cosa que hubiese que hacer para alcanzar el lecho de su esporádica amada, o para huir del mismo cuando era sorprendido por el marido cornudo. 

Pronto fue famoso el el reino, y se popularizó la frase "El Gato se Pone las Botas" al llegar tantos rumores sobre sus amoríos. Se le consideraba un maestro en la espada, ya que había dado muerte a cuatro caballeros, batiendose en duelo por el honor mancillado. No tardaron sus botas en llenarse de multitud de gatitos bastardos, que él reconoció como hijos propios. Esto hizo crecer su leyenda al considerarlo el más viril de cuantos se conocían.

Su historia fue contada a través de generaciones, tergiversándose hasta ser convertida en la fábula que conocemos a día de hoy. Pero la familia Cifuentes, actualmente establecida en Santander, guarda en su archivo histórico la autibiografía de este "Gato con Botas", más cercano a un Cassanova hispano que a un felino con capa y espada.

El Escribujo original.


Después de años de investigaciones y experimentos. De miles de horas invertidas en pequeños éxitos y grandes fracasos. De noches en vela buscando la solución imposible a problemas inexistentes. Después de haber caído en el derrotismo y el abandono infinidad de veces. Después de todo esto, por fin lo he encontrado. 

Anoche, mientras intentaba dormir, un millón de ideas se paseaban por mi mente. Una mezcla de conceptos y desarrollos lógicos desfilaban unos tras otros, sustituyendo los más simples por otros más complejos. Mi cerebro no quería descansar, pero las horas en vela empezaban a pasar factura. 

La evolución de mis pensamientos comenzó a divergir en escenarios desconocidos, incluso hasta sugerir, demostrar y comprender siete dimensiones diferentes. El hecho de no estar conectado al 100% con la realidad, permitía que los prejucios de las leyes de la física cotidiana no lastraran mis planteamientos. 

Este estado de semiinconsciencia es el más óptimo para que la creatividad fluya. Y solo con creatividad podemos llegar a concebir aquello que lo conocido nos asegura imposible. Soluciones a las grandes incognitas de la existencia aparecían claras. Mi cerebro moldeaba el universo y sus misterios como un niño moldea la plastilina con sus manos. 

Casi por azar lo vi. Y en ese momento, mi mente, que flotaba entre conceptos abstractos, se agarró a ello como si mi vida dependiera de mantener atada aquella revelación. Salí de mi estado de hipnosis y las ideas huyeron como una bandada de pájaros vuela de un arbol al dar una palmada. 

Pero pude mantener La Idea. Tan sencilla y tan compleja a la vez. Una ecuación revolucionaria, pero tan simple que me averguenza no haberla deducido durante mis largas jorandas de trabajo. Todo va a cambiar. A partir de ahora nada será como hasta ahora. Simplemente es la semilla de una nueva era. Un punto de inflexión en la eternidad.