Cosmonauta del Escribujo

Carl Sagan era un hijo de puta. Seguro que muchos de vosotros estáis escandalizados ante esta afirmación, pero es lo que siento al pensar en él. Recuerdo la primera vez que vi su careto. En el sótano del edificio de aulas de mi colegio. El profesor de física metió una polvorienta cinta VHS de la serie Cosmos: Un viaje personal en el reproductor, y en la pantalla apareció el hijo de puta. Llevaba un jersey de punto e intentaba disimular su incipiente calvicie dejándose el pelo un poco largo. Me recordó a Félix Rodríguez de la Fuente, que tampoco me ha gustado nunca por culpa de una cursi canción que cantábamos en el grupo scout al que pertenecí.

El cabrón se puso a hablar del universo. De cuándo y cómo se creó. De cuando aparecimos los humanos. Y lo que más acojona, de cuándo va a reventar el sol y mandarnos a todos al carajo. Porque sí, el sol va a explotar. Vale que ocurrirá en millones de años, y que si la ciencia no lo evita me pillará criando malvas, pero que todo se va a acabar. En documentales posteriores decían que para entonces tendríamos la tecnología necesaria para trasladar a la humanidad a otro planeta, o incluso mover la propia tierra para alejarla del sol. Pero yo no me lo creo. También nos decían que en el año 2000 los coches volarían y en 2014 aún veo algún Renault 21 por la carretera. Nada. Todo va a reventar.


Lo que me hace meditar. Somos nada. Y no refiero a lo típico de "no somos nada". Me refiero a que de verdad no somos importantes. Nos vemos a nosotros mismos como el centro de la existencia. Y es lógico, ya que solo somos conscientes de nuestra existencia. Pero no importamos una mierda. Y no le refiero a los que como yo, tenemos un currito insignificante y vivimos como podemos. Todos y cada uno de los seres humanos no importamos nada. Bastaría para demostrarlo el hecho de que miles de personas mueren diariamente de hambre y de enfermedades para las que hay cura, y la verdad es que nos la suda. Pero como no quiero remover conciencias, ni parecer demagógico lo intentaré demostrar de otra manera.

No logro imaginar la muerte de una persona que realmente suponga un problema. Pensaréis que si se muere un presidente de gobierno o un papa, eso sí es importante. No, es mediático, pero no importante. De hecho son los menos importantes, ya que los sustituimos por otros inmediatamente. Si se nos muere el cónyuge nunca lo sustituiríamos inmediatamente, a no ser que esa haya sido la razón de su muerte, pero no es lo habitual. Por lo que es más importante la desaparición de cualquier mindundi con seres queridos que la de una importantísima autoridad pública, ya que unos son reemplazables y otros no. Pues miles de personas importantes para otros mueren a diario. Y a los demás nos la suda. Ergo nadie es importante.

Es decir, nadie es realmente importante para la humanidad. Además ni siquiera es la humanidad es importante para la vida. Había vida antes de nuestra aparición y la habrá cuando ya no estemos. Y la vida ni siquiera es importante para la existencia del universo. Solo conocemos vida en nuestro planeta y el resto del universo sigue su curso sin nosotros.

Con todo esto dan ganas de cortarse las venas. O de vivir de forma destructiva. Esto es lo que me inspira el puto Carl Sagan. Pero a pesar de todo seguimos creyéndonos el centro de la existencia. Y lo hacemos porque tenemos la esperanza de hacer cosas grandes e importantes, quizás para compensar nuestro complejo de inferioridad. En mi caso me debato entre el pesimismo y la esperanza. Esperanza de que la mejor canción está aún por sonar. De que Amatria vuelva a darme la vuelta a la piel. De que me queden cientos de ataque de risa con mi hermano. De disfrutar de un paseo por la montaña. De seguir conociendo todo con Morcilla. Y por supuesto de escribujar el Escribujo definitivo con Yorch. Que te jodan Carl Sagan.