Donde fueres, Escribuja lo que vieres



Lo que siempre me asombró de Fermín era su capacidad para disolverse en cualquier ambiente. Era un maestro del dicho "donde fueres, haz lo que vieres". Lo llevaba al límite. 

Una vez, nos sorprendió una tormenta de verano paseando por las calles de Munich, y fuimos a resguardarnos en el primer portal que vimos abierto. Resultó ser la entrada a una sauna de ambiente gay. Después de media hora de espera comprendimos que no dejaría de llover en un buen rato. Me miró, y propuso que ya que estábamos allí, podríamos darnos un relajado baño turco. 

Pueden llamarme retrógrado, pero mi educación había sido muy conservadora. Aunque cuando abandoné mi pequeño pueblo de La Mancha, y fui a vivir a Madrid, mi cerrada moral cristiana, católica y romana se abrió a nuevas formas de vida poco ortodoxas, el pasarme la tarde semidesnudo, sudando y rodeado de Alemanes homosexuales, superaba los límites de mi apertura de miras. Aún no sé como me convenció, siempre lo hacía. Acabamos rodeados de teutones musculosos cubiertos con pequeñas toallas, los que llevaban algo. 

Mi actitud reservada y miedosa chocaba de frente con el desparpajo de Fermín. Se movía por la sauna como si fuese el dueño. Al cabo de veinte minutos llamaba a todos por su nombre. Reía, bromeaba, discutía con unos y otros. Y todo esto sin hablar ni una palabra de alemán. Yo intentaba pasar inadvertido y casi me da una lipotimia, ya que cubría todo mi cuerpo con todas las toallas con las que me pude hacer. Mientras, mi despreocupado compañero paseaba de un lado a otro completamente desnudo. Repartía comentarios y palmadas en la espada a unos y a otros. Soltaba carcajadas e incluso llegó a bailar lo que parecía una jota aragonesa. 

Cuando salimos de allí el cielo estaba despejado, mis nervios vencidos y Fermín sonreía mientras miraba a un lado y otro en busca de algo nuevo que hacer. Siempre le echaré de menos y le admiraré por haber podido mirar más allá. Por haber sabido disfrutar de cada pequeño momento de felicidad que su corta vida le regaló.


Escribujo: En Busca del Alma Perdida


Perdido en mitad de la Jungla Centroamericana, Henry Walton Jones Jr, más conocido como Indiana, empieza a replantearse su vida. Si. Todos dicen que ha sido cojonuda. Que ha corrido miles de aventuras. Que ha conocido cientos de países y culturas. Que ha contribuido a llenar Museos con antigüedades de valor incalculable. Todo maravilloso. Pero ¿a costa de qué? 

Durante toda su infancia acompañó a su padre en viajes alrededor del mundo. Donde conoció a Freud, Tolstoi, Lawrece de Arabia... ¿Era eso adecuado para un niño de tan corta edad? Él quería salir a jugar como el resto de los niños, pero no pudo. En lugar de relacionase con gente de su edad, y hacer lo típico de un crío, creció entre Safaris en Kenia, Monasterios griegos o viajes a Rusia. Sufrió raptos, luchó en guerras y revoluciones, escapó de mil enemigos... y todo eso lo compaginaba con sus estudios en Princeton y la universidad de Chicago. 

Como es normal no tenía tiempo para las relaciones sociales. Había tenido centenares de escarceos con mujeres de toda índole, y su relación con Marcus Brody Siempre había despertado rumores en la universidad (aunque para él sólo había sido un compañero especial). Pero ¿qué me dices de la amistad y el amor? ¿Acaso una persona puede ser feliz sin amigos? ¿Sin alguien a su lado?

Llegado este momento, el totem precolombino de oro que sujetaba entre las manos dejaba de tener valor para él. ¿Y si se había equivocado? Durante años quiso ser mago, pero su padre se negó, y le presionó para que estudiase arqueología. ¿Sería momento de cambiar? Sí, era mayor. Pero aún tenía tiempo de hacer lo que le gustaba. De llevar una vida tranquila y normal, cuyo objetivo no fuese rescatar un medallón del Inca Atahualpa, sino hacer disfrutar a niños y mayores con trucos e ilusiones.

Lo había decidido. En cuanto regresase a la civilización, se apuntaría a la Escuela de Magia de Anthony Blake. Eso o comprarse un Magia Borrás.

Escribujo de Lorenzo de Arabia

Eran las tres de la mañana de un martes cualquiera. A pesar de no haber dormido en dos días, no tenía sueño. En la tele sólo ponían programas de teletienda, vendiendo alargadores de pene, y películas erótico-festivas. Empecé a notar que los niveles de nicotina de mi organismo descendían peligrosamente, así que me puse un pantalón de pijama y unas chanclas, y bajé a la calle a comprar tabaco. 

El chino de debajo de mi casa había cerrado, pero pensé que era posible que vendiesen en la gasolinera del parque de Canal. Me dije ¡Vamos allá! Pero resulta que se les había acabado, y pensé que era posible que vendiesen en la estación de autobuses de Méndez Álvaro. Me dije ¡Vamos allá! Pero al llegar me dijeron que habían prohibido vender en la estación. Entonces vi a un hombre que terminaba un cigarro y se metía en un autobús. Y me dije ¡Vamos a pedirle uno! Así que me metí en el autobús a preguntarle, pero resulta que era el último que le quedaba. Y el autobús se puso en marcha rumbo a Algeciras antes de que me bajase. Y pensé que cuando llegue a Algeciras podría comprar tabaco en Gibraltar, que es más barato. Así que ¡Vamos allá! 

Pero me quedé dormido, y no me bajé en Algeciras, sino que me desperté en Tanger (no me preguntéis como llegó allí). Un poco desconcertado decidí conseguir un cigarrito en algún lado y ya después pensar en como volver a casa. Pero resulta que en Marruecos la gente habla árabe y francés, y nadie me entendía (ahora me arrepiento de no haber hecho más caso a Carlos Roso en clase). Y pensé ¡Joder! En el Sahara Occidental la gente habla castellano también. Si voy allí seguro que un cigarrito me dan. Así que me cogí un camello y... ¡Allá vamos! Pero claro, yo no había pensado en que no tengo ni idea de donde está el Sahara Occidental, por lo que me perdí. 

Llevo veinticinco años vagando por el desierto. Buscando a alguien que me de un fortuna, o incluso un LM Light. El mes pasado me crucé con un profesor de chino mandarín que también se había perdido. Y cuando le pregunté, con lágrimas en los ojos, que si tenía tabaco, me dijo que sí. Pero me ofreció un Ducados negro, así que le mandé a la mierda y seguí mi camino. Cualquier día de estos dejo de fumar y me vuelvo a casa, que mi mujer y mis hijos deben estar empezando a preocuparse.

Comando Escribujo


Mira que avisamos, pero nadie nos hizo caso. Y ahora nos llaman locos, mercenarios, rebeldes, asesinos... Pero como decían los viejos de mi pueblo, "el que avisa no es traidor, es avisador".

Aceptamos estudiar en un sistema precario. Y no nos quejamos. Después nos sumergimos en un mercado laboral que nos odiaba. Que no nos ofrecía oportunidades. Y no abrimos la boca. Nos limitaron las coberturas sociales a todos los niveles. Y seguimos tranquilos. Nos exprimieron a impuestos para financiar las corruptelas de políticos y banqueros. Y aún así permanecimos calmados. Pero nos tocaron la fibra sensible. Les dimos el brazo y se cogieron el cuerpo entero. No respetaron el único espacio de nuestra existencia que considerábamos inviolable. Las series Online Gratis.

El Escribujo del Pirata Gafapasta

La vida del pirata siempre ha girado en torno al Grog, los tesoros y el mar. Algunos autores los han pintado de forma poética. Como caballeros de honor. Pero este mito no puede estar más lejos de la realidad. El verdadero ambiente entre los bucaneros era tosco y peligroso. Un entorno en el que si mostrabas un punto débil, eras devorado. Donde te pasaban a cuchillo sólo por el hecho de que mostrases una flaqueza física o emocional. La vida no valía nada.

Entre estos personajes destacaba el capitán de una pequeña Goleta, pero con fama de indestructible, que era conocido por su coraje y su fiereza. Se trataba del Capitán Bloodbadfat. Los marineros más viejos de la cantina dicen que navegó por todo el Caribe con el famoso Guybrush Threepwood, y antes de que este se retirase a los cabos de Florida, donde montón una tienda de Benetton, le nombró capitán de su barco. Este barco lo perdió apostando contra los Harlem Globetrotters, pero acumuló de nuevo una pequeña fortuna recogiendo las monedas que la gente echaba en las fuentes, compró la Goleta y desde entonces se le considera el azote de los siete mares.

Escribujo contra los Zombies


Cuando todo empezó no le dimos importancia, y cuando nos dimos cuenta de las dimensiones del problema ya era tarde para pararlo.

Meidaset llevaba años intentando atraer a espectadores para sus cadenas de televisión. Primero probaron haciendo buenos programas, pero este sistema requería esfuerzo y talento, así que fue desechado. Pusieron en práctica el reclamo del sexo, y aunque no les fue mal, la legislación les impedía mostrar todo lo que necesitaban para tener los datos de audiencia que se habían marcado. Desde el departamento de Investigación dieron con una mina de oro. Se llamaba Gran Hermano, y gracias a ello podría tener a la gente pegada a la tele por poco dinero. No sólo con el programa en sí, sino que el resto de la parrilla podría girar en torno a este programa, y así no tener que invertir en contenidos. Esto lo combinaron con el desarrollo de robots con aspecto humano a los que llamaron "Los Vázquez". Con solo tres robots (Paula Vázquez, Jorge Javier Vázquez y Jesús Vázquez) podían presentar todos los programas que giraban en torno a Gran Hermano. Esta fórmula funcionó durante años. La gente no necesitaba pensar, solo ponerse delante de la pantalla. Pero desde Mediaset querían más.

La increíble Historia de Alejo en Escribujo


A simple vista se podría pensar que Alejo tenía los brazos muy largos para su cuerpo, pero no era así. De hecho lo que realmente pasaba era que tenía el cuerpo muy pequeño para sus brazos. ¿Como pudo ocurrir esto? La historia de su deformidad es aún más increible que la deformidad misma. 

En 1983, los padres de Alejo disfrutaban de unas merecidas vacaciones en un complejo turístico siutuado en la costa de Florida, cerca de Tampa. Alejo, que apenas tenía 4 años, les acompañaba. El hotel en el que se alijaban era uno de esos de "todo incluido", y ya habían explotado todas las posibilidades que les ofrecían. Windsurf, Submarinismo, Viaje en Catamarán, visita al Museo de pinturas hechas con la boca y con los pies... Les quedaban tres días de vacaciones y ya no había más actividades que realizar. 

La Guerra del Escribujo


Llevo dieciséis meses y catorce días perdido en este desierto. Trece meses desde que perdí contacto con mis compañeros, y por lo menos ocho desde que no me cruzo con ningún tipo de forma de vida. Y a cada momento me pregunto el porqué de mi desolada travesía. Con tan sólo diecisiete años me presenté como voluntario en la oficina de reclutamiento. Mentí sobre mi edad y me alisté en el ejército de tierra de Europa. ¡Que gran error! Mira que mi madre me lo dijo. "Termina la EGB y hazte un FP". Pero yo quería viajar. Y el ejército me ofrecía la posibilidad de conocer este mundo y algunos otros.

En la academia destaqué muy pronto entre mis compañeros. Con tan solo 20 semanas de adiestramiento me destinaron al Pelotón Mecanizado de Reconocimiento Primario. Más conocido como "Los Robots". Se trataba de una unidad de avanzadilla de élite. En un primer momento se componía de máquinas no tripuladas controladas a distancia, pero unos accidentes en el centro de investigación de Inteligencia Artificial, hizo que se cambiaran los planes. Se desarrollaron unos trajes mecánicos, que más bien podrían considerarse vehículos antropomorfos, pilotados desde el interior por los soldados más destacados. La misión de mi pelotón era ser los primeros en llegar y preparar el terreno para el grueso del ejercito.

Hace aproximadamente un año y medio nos destinaron a Rigel 8, un planeta del que nos dijeron que estaba dispuesto a invadir y destruir la tierra, por lo que debíamos anticiparnos para destruirlos antes de que ellos nos atacaran. Pero debido a experiencias anteriores, todos sospechábamos que lo que se perseguía realmente era acceder a las grandes reservas de los yacimientos Grafeno y Fosfatos del planeta. Esto lo confirmamos cuando llegamos allí y vimos que Rigel 8 estaba poblado por tribus nómadas, con un desarrollo tecnológico similar al que teníamos en la tierra en el siglo 4 AC

Nuestras órdenes eran claras. Exterminar a todo lo que se moviese y defender las minas de Grafeno. Pero todo salio mal. Los rigelianos no presentaban batalla. Dejaban que los aniquiláramos sin tan siquiera protestar ni intentar defenderse. Un grupo de la sección décimo primera del quinto ejército nos negamos a seguir matando sin sentido. Otros intentaron forzarnos a seguir cumpliendo órdenes, lo que pronto desembocó en un conflicto dentro de la tropa. Casi todos los soldados del Pelotón Mecanizado de Reconocimiento Primario defendimos a los indígenas y fusilamos o apresamos a aquellos que se ponían en nuestro camino. Pero cuando el mando central se enteró mandó al ejercito blindado para disciplinarnos. Esa disciplina consistía ejecutarnos, así que no nos quedó mas remedio que huir al desierto. Durante los primeros meses permanecimos juntos, y los habitantes de Rigel 8 nos ayudaban y alimentaban. Pero cuando empezaron a surgir traidores que nos querían vender nos dispersamos.

Y ahora estoy aquí. Mis reservas de alimento están prácticamente agotadas, casi no me quedan fuerzas y estoy a punto de caer en la locura. En mis noches de delirio hablo con mi madre y le digo la razón que tenía. Ella me cuenta lo bien que le fue a mi primo con el FP. Había montado una franquicia de Carglass, y ganaba mucho dinero cambiando cristales. Yo le cuento que pronto volveré a casa. Pero ella y yo sabemos que mi casa es mi robot. Mi casa y mi tumba.

Escribujando un Super Sentai

¡Ah! los recuerdos. La juventud pasa tan rápido que, mientras la vives parece infinita, y un día te das cuenta de que quedó atrás hace tiempo. Parece que fue ayer cuando encontré mi primer trabajo. Yo estudiaba en la Academia Espacial, y la verdad es que no era el alumno más brillante. Pero mi relación con el profesor Bias era buena, así que me puso bajo su protección y me nombró asistente personal de Aerocondor (El Biomán Rojo). Con mucho esfuerzo y trabajo llegué a ser uno de ellos. Una especie de doble en las escenas de acción. Cuando alguno de los Biomán no podía asistir a una lucha, ya fuese por estar enfermo o porque se había acostado tarde la noche anterior, yo le sustituía.


El trabajo era peligroso aunque agradable. Pero al no ser oficialmente un Biomán, no tenía reconocimiento público ni los beneficios sociales de la empresa, Como tickets restaurante o seguro dental. Así que me propuse cambiar de empleo.

Un día, navegando por InfoJobs, vi una oferta de trabajo que me llamó la atención. Pedían gente con madera de héroe y sin miedo a enfrentarse a Lagartos gigantes. Había que presentarse ante un tal Zordon con un Curriculum Vitae actualizado y una foto de carnet reciente. Después de superar unas pruebas físicas, intelectuales y un test de nivel de inglés, pasé a formar parte oficialmente de los Power Rangers.

En un primer momento nos dejaron elegir color, pero como todos queríamos ser el rosa, Zordon acabó por sortearlos. A mi me tocó ser el azul, que aunque no era mi favorito, tampoco me disgustaba.

Con mi experiencia en Biomán no me costó integrarme en el equipo. El trabajo, a priori parecía peligroso, pero en realidad era baste sencillo y seguro. Teníamos dos tipos de oponentes. Los Masillas, que erán excesivamente fáciles de matar, ya que ellos sólo se dedicaban a brincar a nuestro alrededor, y en cuanto les tocabas el pecho desaparecían, y los monstruos gigantes, que aniquilábamos con máquinas. Lo que en principio sería un empleo emocionante acabó por se rutinario y aburrido.

Cuando llegué a la edad legal para la prejubilación me acogí a ello y me retiré a vivir a un pueblo de La Mancha llamado Calzada de Calatrava, donde he pasado los años de mi vejez apostando mi patrimonio a cara o cruz con los labriegos del lugar. 

Aunque si la humanidad lo necesitase volvería a vestir mi traje de lycra azul para luchar contra aquellos que quieran destruir Japón con monstruos gigantes.

Terror Escribujo

Aunque años atrás yo era el rey del terror, a día de hoy nadie me toma en serio. Se hacen películas revisando los personajes de vampiros y hombres lobo. Las brujas son un tema recurrente en televisión. Hasta hubo una trilogía dedicada a una momia. Pero yo no. 

Soy el único personaje de terror clásico que no ha trabajado en los últimos 30 años. Al principio lo achaqué a la insensibilización de la sociedad. Soy un personaje de apariencia terrorífica, pero en el fondo tengo buen corazón. La gente no me ve con terror sino con ternura. Pero aunque me consolaba pensar de esta forma, la realidad es que el intrusismo laboral es el que me ha robado protagonismo. Malditos Zombies... 

Da igual como los llamen. Infectados, caminantes, muertos vivientes... Todos la misma mierda. A mi me creó  el Doctor Víctor Frankenstein con piezas de muertos. Era algo poético, y la gente no supo ver la belleza de mi creación. Por eso me temía y me quería muerto. No me entendían. Yo tenía sentimientos. 

Pero los putos Zombies no son nada. Cuerpos que se mueven. Despojos orgánicos hambrientos de cerebros humanos. Unas veces lentos y patosos. Otras rápidos y mortales. Pero cuerpos sin alma. No plantean ningún reto intelectual al espectador. No hay antítesis entre el monstruo exterior y la belleza interior. Solo sangre. Masticado. Mi origen se explica con el deseo de un doctor de crear vida. Los Zombies se explican por un virus... ¡¡¡Un virus!!! Vaya mierda de inicio. 

Productores de Hollywood, por favor, denme trabajo. Hagan un Remake o me tendré que rebajar a presentarme al casting de Gran Hermano VIP.

En fin, el terror clásico a muerto.

El Escribujo tenía un precio.


Todo empezó en Julio del 1985. Mis padres acababan de comprar una televisión. Una Telefunken de segunda mano, con piquetes en la caracasa. En la esquina superior derecha de la pantalla todos los colores tenían un matiz verdoso. No era lo mejor del mercado, pero sí lo mejor que se podían permitir. 

En esos años la oferta televisiva se reducía a dos canales. Ambos de Televisión Española. Yo estaba emocionado e hipnotizado por lo que años después fue denominado "Caja Tonta". Series como David el Gnomo o Quo Vadis, y programas como Viajeros en el Tiempo o Si lo sé no Vengo, llenaban mis tardes. Pero lo que marcó mi existencia fue una pelicula. LA PELICULA. 

Dios quiso que dos de los mejores artistas de la historia se aliasen para dar a luz una obra maestra. La Diligencia. John Ford dirige a John Wayne. Esta fue mi primera experiencia Western. Me quedé prendado del coraje de los cowboys, de la falta de ética de los villanos y de la dureza de la vida en el Oeste. A partir de ese momento mi vida giraba en torno a las peliculas de Vaqueros. El hombre que mató a Liberty Valance, Río Bravo, Murieron con las botas puestas y sobre todo Por un Puñado de Dólares de Sergio Leone, en la que Clint Eastwood se convierte en el prototipo de antiheroe.

Casi sin darme cuenta había tomado una decisión. Yo mismo sería un cowboy moderno. Pero no un oficinista con sombrero y espuelas, sino en vaquero como los de antes. Cuando se lo dije a mis padres me respondieron con dos bofetones épicos. Pero no consiguieron doblegar mi voluntad. Sin el consentimiento ni el apoyo económico de mis progenitores me escapé a Almería haciendo autoestop. Después de miles de peticiones, súplicas y amenazas fui contratado en el Mini-Hollywood. Allí me formaron en todas las artes del perfecto Cowboy. Cuando entendí que no tenía nada más que aprender en ese lugar, me escapé en mitad de la noche. Llevando conmigo el mejor caballo, mis ropas de vaquero y mi revolver.

Desde entonces me dedico a vagar por las llanuras andaluzas. Robo ganado, he asaltado algún tren, me he batido en duelo en infinidad de ocasiones y he buscado oro en el desfiladero de Despeñaperros. Muchos Sheriff Civiles han intantado detenerme, pero sus motocicletas del Seprona no son capaces de alcanzarme cuando cabalgo entre los riscos. 

Hoy soy una leyenda y como todos soy perseguido. Se ofrecen recompensas por mi cabeza. Muchos me conocen como "El loco del caballo", otros como "Don Quijote del Oeste", y mil alias más. Quizá no me comporto como la sociedad espera de uno de sus ciudadanos, pero soy quien soy, y esta es la vida que he elegido.

El Escribujo de una Muerte Anunciada.


La vida media de un rollo de papel higiénico no es muy larga. Suele ser de unos tres días. Esto varía según el entorno, ya que en las casas donde hay miembros adolescentes esa vida se reduce significativamente. Había momentos en que la vida también se acortaba por acontecimientos fortuitos puntuales. Como que se acabase el papel de cocina, o hubiese una epidemia de gripe común.

James era un rollo normal, de una famila de rollos normales, y vivía en una casa normal. Él tuvo la suerte de ser el último rollo del paquete, por lo que su vida se había alargado más de la media. El problema era que había visto morir a todos sus compañeros. Les veía salir del paquete bien gordos y, poco a poco, iban adelgazando, hasta que se convertían en un cilindro de cartón. Y muertos, acababan en la basura. 

Hace seis meses que James fue sacado de su paquete y puesto en el porta-rollos. Pero justo en ese momento la casa quedó deshábitada. Por los periódicos y revistas viejos que se amontonaban sobre el bidé, pudo saber que los humanos habían creado algo llamado crisis. Esto había provocado que muchos de ellos no pudiesen seguir viviendo en sus hogares. Y sin gente en la casa él no sería usado. 

Pasaba las horas viendo como las arañas tejían redes en las esquinas del baño. Se entretenía mirando su reflejo en el espejo. Leyendo y releyendo las etiquetas de los botes de champú. Hasta que una mañana esa bombilla que hacía tanto que no lucía se encendió. Un humano con camiseta rota y cresta multicolor entró en su largamente solitario refugio. 

¿Qué o quién era ese ser? Se puso escribir en las paredes con pintura de colores. Frases como "Okupación o muerte" y "Kapitalismo esclavo". De pronto cruzaron miradas. El humano se sentó en el retrete y depositó una mierda tan grande y apestosa que las arañas huyeron por los desagües. Extendió la mano hacia el porta-rollos y empezó a mutilar a James de forma metódica. Cada trozo de papel arrancado era un paso más hacia la desaparición. James pensó en sus amigos, que durante tanto tiempo había echado de menos, y con los que pronto se reuniría. 

Una especie de calma fue sustituyendo su miedo inicial. Calma por saber que por fin las cosas serían como deberían ser. La calma de aquel que abandona su soledad para reencontrarse con los suyos.

El fabuloso Escribujo del ascenso y caída de Bot-aldinho.


Cuando Isaac Asimov estableció las tres leyes de la robótica, estaba pensando en máquinas destinadas a hacernos la vida más fácil. Pero él mismo, en sus novelas ya preveía que nuestra relación con los Robots no sería precisamente idílica.

Don Isaac no hubise imaginado que su nieto, José Asimov, revolucionaría el mundo del deporte con las máquinas que su abuelo había ayudado a diseñar. En la feria del deporte de Barbate de 2045 se presentó el primer juez de linea eléctrónico, fabricado por Asimov Corp. El resultado fue tan bueno que casi todos los árbitros acabaron siendo  sustituidos por Robots.

Entonces llegó el momento de la auténtica revolución. Don Manuel Ruiz de Lopera III aprovechó un vacío en el nuevo reglamento (adaptado para permitir que los robots participasen en el juego como árbitros) para fichar a un robot como delantero centro del Real Betis Balompié. Era el modelo Bot-aldinho 3.0, y la potencia de su disparo era tal que las redes de las porterías empezaron a fabricarse de cable de acero.

El Betis vivió una época de verdadero esplendor, ganando títulos y convirtiéndose en el equipo referencia del fútbol mundial. Pero Bot-aldinho dejó de ser la estrella que era. Se empezó a juntar con robots de mala vida, que le llevaban a locales de striptease, donde la electricidad fluía sin límite.

Poco a poco se convirtió en una máquina obsoleta casi incapaz de cargar el Widows XP. Hasta que un día fue desguazado para reciclar el titanio de su cuerpo.

Un final trágico para la gran primera estrella del fútbol robótico... Si Asimov levantara la cabeza...

El Escribujo con Botas


Como ha ocurrido, y ocurre aún en multitud de ocasiones, la historia suele crear leyendas que pueden o no ceñirse exactamente a la realidad. Pero al haber sido transmitidas a traves de los años mediante el boca a boca, han perdido su significado de tal manera, que se llega a elevar a los altares a auténticos villanos y se difama a héroes. 

En el caso que nos ocupa, la vida de un auténtico cabronazo ha llegado hasta nuestros días en forma de cuento para niños. Estamos hablando de "El Gato con Botas". 

Esta fábula tiene origen en la narración de la vida de Godofredo "Gato" Cifuentes, el hijo menor de una familia de la baja nobleza Leonesa. Debido a las leyes sucesorias de la época el hermano mayor de Godofredo heredaría todo el patrimonio familiar, mientras que él debía ser soldado a religioso. Pero el espíritu de Godofredo le guió por otros lares. Muy jovencito demostró un interés especial hacia las mujeres, preferiblemente casadas. Como era apuesto, inteligente y educado, no le costaba embaucar a cada señora que se cruzaba en su camino. 

El apodo de "El Gato" le viene por su habilidad para escalar muros, saltar fosos, trepar árboles... cualquier cosa que hubiese que hacer para alcanzar el lecho de su esporádica amada, o para huir del mismo cuando era sorprendido por el marido cornudo. 

Pronto fue famoso el el reino, y se popularizó la frase "El Gato se Pone las Botas" al llegar tantos rumores sobre sus amoríos. Se le consideraba un maestro en la espada, ya que había dado muerte a cuatro caballeros, batiendose en duelo por el honor mancillado. No tardaron sus botas en llenarse de multitud de gatitos bastardos, que él reconoció como hijos propios. Esto hizo crecer su leyenda al considerarlo el más viril de cuantos se conocían.

Su historia fue contada a través de generaciones, tergiversándose hasta ser convertida en la fábula que conocemos a día de hoy. Pero la familia Cifuentes, actualmente establecida en Santander, guarda en su archivo histórico la autibiografía de este "Gato con Botas", más cercano a un Cassanova hispano que a un felino con capa y espada.

El Escribujo original.


Después de años de investigaciones y experimentos. De miles de horas invertidas en pequeños éxitos y grandes fracasos. De noches en vela buscando la solución imposible a problemas inexistentes. Después de haber caído en el derrotismo y el abandono infinidad de veces. Después de todo esto, por fin lo he encontrado. 

Anoche, mientras intentaba dormir, un millón de ideas se paseaban por mi mente. Una mezcla de conceptos y desarrollos lógicos desfilaban unos tras otros, sustituyendo los más simples por otros más complejos. Mi cerebro no quería descansar, pero las horas en vela empezaban a pasar factura. 

La evolución de mis pensamientos comenzó a divergir en escenarios desconocidos, incluso hasta sugerir, demostrar y comprender siete dimensiones diferentes. El hecho de no estar conectado al 100% con la realidad, permitía que los prejucios de las leyes de la física cotidiana no lastraran mis planteamientos. 

Este estado de semiinconsciencia es el más óptimo para que la creatividad fluya. Y solo con creatividad podemos llegar a concebir aquello que lo conocido nos asegura imposible. Soluciones a las grandes incognitas de la existencia aparecían claras. Mi cerebro moldeaba el universo y sus misterios como un niño moldea la plastilina con sus manos. 

Casi por azar lo vi. Y en ese momento, mi mente, que flotaba entre conceptos abstractos, se agarró a ello como si mi vida dependiera de mantener atada aquella revelación. Salí de mi estado de hipnosis y las ideas huyeron como una bandada de pájaros vuela de un arbol al dar una palmada. 

Pero pude mantener La Idea. Tan sencilla y tan compleja a la vez. Una ecuación revolucionaria, pero tan simple que me averguenza no haberla deducido durante mis largas jorandas de trabajo. Todo va a cambiar. A partir de ahora nada será como hasta ahora. Simplemente es la semilla de una nueva era. Un punto de inflexión en la eternidad.

007: Licencia para Escribujar


Desde que tengo memoria, en mi casa se habló de occidente como el infierno. El Capitalismo era sinónimo de injusticia y represión. Supongo que nuestro odio se incrementaba por la represión que sufríamos en la Unión Soviética. Si el Capitalismo era peor que lo nuestro, debía ser horroroso. 

Ya siendo niños, éramos adoctrinados en el amor a la madre patria y el odio a todo lo que oliese a occidental. Yo siempre fui un chico espabilado. Se me daban bien los deportes y era un excelente estudiante. No tuve problemas para conseguir un puesto de administrativo en prácticas en el servicio de inteligencia soviético (el famoso KGB). Poco a poco fui ascendiendo hasta que un día me comunicaron que, oficialmente, me había convertido en un espía. 

Como era costumbre, me fueron asignando casos menores. Perseguir a pequeños disidentes, investigar a periódicos subversivos, reprimir movimientos contrarrevolucionarios y esas cosas. Mi labor era intachable. Nunca fallaba. Lo que me encargaban se resolvía de manera rápida y eficaz. Así que un día, el Camarada Responsable de Contraespionaje me llamó a su despacho. Me dijo que me iban a asignar una de las misiones más importantes y prioritarias. Resulta que un espía del MI5 (servicio de inteligencia Británico) estaba causando estragos en las misiones del KGB. Era de vital importancia quitarlo de en medio. Y yo sería el encargado de neutralizarle.

Me puse a ello. Era una labor dificultosa seguirle los pasos, ya que era realmente bueno. Su verdadero nombre era James Bond (Jaime Enlace), y su alias era 007. Me metí en su cabeza y por fin le tuve a tiro en una playa de Montecarlo, pero se giró de repente y me disparó. Caí redondo. Por suerte sobreviví al encuentro y me puse a mi tarea de nuevo. Pero el resultado fue el mismo. 

Ya me ha ocurrido en 22 ocasiones y mis compañeros empiezan a burlarse de mi. Tengo el cuerpo forrado de cicatrices, pero no me rindo. Lo he vuelto a localizar en Skyfall y  no se me escapará. Si es necesario lo descuartizaré con mi Machinchete, pero esta vez la sangre que correrá no será la mía.

Escribujo? You're Fired!

Ahora ya no me quieren. Años pidiendo un esfuerzo por la empresa. Cientos de veces echando unas horitas más, que nadie me pagaba, porque "esto tiene que estar para mañana". Poniendo lo mejor de mi en cada proyecto. Ayudando a hacer a la compañía más grande... Y ahora parece que ya no les sirvo. Según sus palabras soy prescindible. 

Si lo llego a saber me toco los cojones durante todos estos años. Al fin y al cabo, mi trabajo resulta que no era tan necesario. Pero como dice mi madre, no hay mal que por bien no venga. Me he quedado en la calle, es verdad. Pero eso me abre las puertas a un mundo nuevo. Es un mundo de inseguridades e incertidumbre, dónde lo más probable es que me estrelle un par de veces. Pero lo construiré yo. Sin dar explicaciones y haciendo lo que me gusta. 

Me siento como recién salido de una relación de pareja. De esas que cuando te dejan te tiras llorando dos meses. Hasta que un día, miras atrás y dices ¿Cómo he podido querer a esa/ese Gilipollas? y sabes que todo saldrá bien. Que esa ruptura te permite buscar aquello que realmente te va a hacer feliz. 

Sólo que no he tenido que esperar un par de meses. Cuando me han comunicado mi despido me he puesto nervioso. Sólo podía pensar en Hipotecas, facturas... pero en en el momento en que he pisado la calle todo ha cambiado. El sol de enero ha calentado mi cara. La tranquilidad ha invadido mi espíritu. Me siento más cerca que nunca de mis sueños.

Escribujando a Richard Pryor


Hoy, viendo que se acerca el final, quiero contar la historia de mi vida.

En el Instituto, yo era un prometedor jugador de Blernsball. Todos querían estar a mi lado. Las chicas querían salir conmigo. Digamos que era una persona popular. Pero en la final del Campeonato Estatal de Delaware me rompí el hombro, y mi carrera deportiva se fue al traste. No había cuidado mis estudios, ya que centré todos mis esfuerzos en el Blernsball, por lo que no llegué a ir a la Universidad.

Pasando penurias conseguí mi primer empleo. Era el cuidador de un niño de una familia de millonarios. Bueno, en realidad era su juguete, ya que hacía conmigo lo que quería. Como no me parecía digno busqué trabajo en la Fábrica de Machinchetes de la ciudad, pero llegó un momento en que nos despidieron a todos y la trasladaron a un país del Sudeste Asiático. El estrés por la situación me causó una ceguera transitoria, durante la cual viví algunas aventuras con un amigo sordo que tenía por entonces.

Un día de Mayo me llegó una carta certificada. Había heredado 30 millones de dólares de un tío lejano. Por fin la suerte me sonreía. Cuando fui a recogerlos me comunicaron que había una cláusula en el contrato. Si gastaba todo el dinero en un mes heredaría otros 300 millones de dólares. No lo dudé ni un momento. Fiestas, mujeres, lujos que avergonzarían a todos los jeques del petróleo... El dinero salía de mis manos tan rápido que terminé de gastarlo en 22 días.

Cuando fui a cobrar el resto de la herencia mi sorpresa fue inmensa. Resulta que el abogado que me explicó lo de la cláusula de los 300 millones era un becario con trastorno bipolar, que ya había sido despedido. Nada era cierto, y yo había dilapidado el dinero de la herencia.

Me refugié en el alcohol. He vivido como un pordiosero 15 años. Comiendo de cubos de basura y durmiendo entre cartones. Otro mendigo loco con el que coincidía de vez en cuando, llamado Goddard Bolt, aseguraba ser millonario, pero que vivía en la calle por una apuesta. Por lo que mi historia seguramente suene a otro desvarío de un borracho sin solución.


El vino peleón y las comedias de los ‘80 han conseguido que no sepa diferenciar la ficción de la realidad.