Desde muy pequeño tenía la sensación de ser una persona especial. Algo dentro de mi decía que no era normal. Durante mi adolescencia estuve buscandolo. Creí poder volar, y me partí las piernas. Pensé que era invisible, y todos me vieron desnudo. Intenté respirar bajo el agua, y por poco muero ahogado... Por más que buscaba aquello que me hacía diferente no lo encontraba. Hasta que una noche, celebrando la boda de mi primo de Cañada, a la hora de servir la pasta con tomate, se dieron cuenta de que no tenían orégano. Algo se encendió dentro de mi. Sin saber cómo, lo supe. Le dije a mi madre que mandara a los camareros juntar todos los restos de comida de las otras mesas en una fuente grande. Impuse mi mano sobre los restos y los convertí en Orégano. Mi primo se arrodilló ante mi y me besó las manos, dándo gracias por haber salvado a su familia de la vergüenza. Este episodio de mi vida fue conocido en la región como las Bodas de Cañada. Mi primer milagro.
A partir de entonces los milagros salían como churros. Que si curo un constipado. Quito los granos. Aumento el tamaño de los pechos. Cómo me divertía. Al principio lo hacía gratis, pero empezó a cansarme. Venía gente de toda Castilla la Mancha para que les solucionase sus problemas. Así que empecé a cobrar los milagros. Esto no le gustó mucho a la cuadrilla de seguidores que me consideraban un ente divino. Me denunciaron al Ministerio de Sanidad por ejercer de curandero sin licencia. Además de obligarme a dejar de curar, me condenaron por evasión de impuestos, ya que no declaré mis Ingresos "Milagrosos".
Después de pagar multas millonarias, puse mis poderes al servicio del mundo del espectáculo. Trabajé cuatro años en Las Vegas. El Show de Wyatt el Increible. Un espectáculo de ilusionismo y magia. Soy accionista de la más rentable empresa de especias del mundo. Y nuestro producto estrella se vendía por miles. Orégano de las Bodas de Cañada. Pero las empresas competidoras consiguieron demostrar que lo fabricaba con basura. Los periodicos vertieron ríos de tinta acusándome de envenenar a la población. Otra vez me vi arruinado y despreciado. Fui juzgado de nuevo, y condenado a prisión. Después de haber convertido prácticamente toda la carcel en diferentes hierbas, se me consideró muy peligroso, y decidieron ejecutarme.
Por eso ahora estoy donde estoy. Quedan apenas unos segundos para que el verdugo tire de la palanca. Todos me miran y me desprecian. Antes me adoraban y ahora me liquidan. Perdonalos Chiquito, pues no saben lo que hacen.
El dibujo me gusta mucho, la humanidad sigue igual, después de miles de años, seguimos ejecutando a gente guay.
ResponderEliminarAMEN!!!
ResponderEliminar