Escribujo de Lorenzo de Arabia

Eran las tres de la mañana de un martes cualquiera. A pesar de no haber dormido en dos días, no tenía sueño. En la tele sólo ponían programas de teletienda, vendiendo alargadores de pene, y películas erótico-festivas. Empecé a notar que los niveles de nicotina de mi organismo descendían peligrosamente, así que me puse un pantalón de pijama y unas chanclas, y bajé a la calle a comprar tabaco. 

El chino de debajo de mi casa había cerrado, pero pensé que era posible que vendiesen en la gasolinera del parque de Canal. Me dije ¡Vamos allá! Pero resulta que se les había acabado, y pensé que era posible que vendiesen en la estación de autobuses de Méndez Álvaro. Me dije ¡Vamos allá! Pero al llegar me dijeron que habían prohibido vender en la estación. Entonces vi a un hombre que terminaba un cigarro y se metía en un autobús. Y me dije ¡Vamos a pedirle uno! Así que me metí en el autobús a preguntarle, pero resulta que era el último que le quedaba. Y el autobús se puso en marcha rumbo a Algeciras antes de que me bajase. Y pensé que cuando llegue a Algeciras podría comprar tabaco en Gibraltar, que es más barato. Así que ¡Vamos allá! 

Pero me quedé dormido, y no me bajé en Algeciras, sino que me desperté en Tanger (no me preguntéis como llegó allí). Un poco desconcertado decidí conseguir un cigarrito en algún lado y ya después pensar en como volver a casa. Pero resulta que en Marruecos la gente habla árabe y francés, y nadie me entendía (ahora me arrepiento de no haber hecho más caso a Carlos Roso en clase). Y pensé ¡Joder! En el Sahara Occidental la gente habla castellano también. Si voy allí seguro que un cigarrito me dan. Así que me cogí un camello y... ¡Allá vamos! Pero claro, yo no había pensado en que no tengo ni idea de donde está el Sahara Occidental, por lo que me perdí. 

Llevo veinticinco años vagando por el desierto. Buscando a alguien que me de un fortuna, o incluso un LM Light. El mes pasado me crucé con un profesor de chino mandarín que también se había perdido. Y cuando le pregunté, con lágrimas en los ojos, que si tenía tabaco, me dijo que sí. Pero me ofreció un Ducados negro, así que le mandé a la mierda y seguí mi camino. Cualquier día de estos dejo de fumar y me vuelvo a casa, que mi mujer y mis hijos deben estar empezando a preocuparse.

2 comentarios :

  1. Por eso, dejé yo de fumar, estaba al limite, buscando tabaco por los rincones de la casa, o bajando en pantuflas a la calle en plena madrugada, jajajajja.
    El dibujo me gusta mucho.

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