Escribujo On Fire

Cuando tenía 14 años, uno de mis profesores dejó en ridículo a uno de mis amigos. Le sacó a la pizarra y le preguntó un tema de la asignatura. Mi amigo, llamemosle Eric, era un chico brillante, pero tenía un defecto en el habla. No pronunciaba bien las erres. Esto había provocado en él un pánico supino a hablar en público. Con lo que sus exposiciones eran una mezcla de tartamudeos, erres mal pronunciadas, sudores y tics nerviosos. El profesor sabía perfectamente que Eric tenía este problema, pero disfrutaba haciéndole sufrir. Le gritaba y le insultaba. Le decía que era un inútil. Y un día le dio un bofetón al mandarlo a su sitio.


Hasta ese momento todos asistíamos impasibles al sacrificio en los leones de nuestro compadre. Pero ese día algo cambió. Ese bofetón encendió una llama en mi interior. Me empecé a poner nervioso. La piel me ardía. Los ojos me presionaban dentro de las cuencas y un zumbido iba in crescendo en mis oídos. Los de mi alrededor me miraban con cara de pánico y se alejaban de mi pupitre. El profesor comenzó a gritarme, a chillar. Decía que me estuviese quieto, que me la iba a cargar. Pero ya había perdido el control. Sentí como por todos los orificios de mi cuerpo surgían llamas y perdí el conocimiento.

Al despertarme la clase estaba desierta y devastada. Los muebles aplastados contra las paredes y restos de papel flotaban llameantes. Sólo se distinguían dos figuras. Una de ellas era Eric, que sonriente me sujetaba la mano preocupándose por mi estado. La otra era una masa deforme de carne mezclada con lo que momentos antes eran el pantalón vaquero y el polo verde de Springfield de mi profesor. Miré a mi amigo con cara de pánico, y el sólo dijo que todo había terminado, susurrando un gracias al final.

Después de aquello, mi familia se mudo de ciudad, huyendo de las habladurías. Me llevaron a mil psicólogos, psiquiatras, neurólogos y mediums, pero nadie supo decir que me había pasado. Al final decidieron internarme en un centro de salud mental, donde con medicamentos y meditación me enseñaron a controlar mis "trances" devastadores. Gracias a ello hace 16 años que no he vuelto a tener un episodio de ese tipo.

Llevo una vida normal y nadie a mi alrededor, excepto mis padres, saben nada de mis peculiaridades. Pero algo dentro de mi se está despertando. Los negreros, inútiles, niñatos y romanceros pagados de si mismos están poniendo nervioso a una parte de mi mismo que debe permanecer dormida. Cada vez que me fustigan a mi o alguno de mis cercanos con sus látigos de mediocridad me sube la fiebre y tengo visiones de luces brillantes que se mueven a toda velocidad. Hace tiempo que la meditación y medicación no son tan efectivas como en tiempos pasados. Tendré que alejarme de esta fuente de ira o acabaré haciendo frente a mi destino y al suyo. Tengo ganas de dejarme llevar.

2 comentarios :

  1. Hola chicos sois geniales, dejaros llevar, y seguir publicando, me siento perdida, cuando no encuentro en el facebook una publicación de Escribujo, besos

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  2. Este episodio traía ya cola, como cuando don ramón te dijo que por qué pintabas un gato de color verde :-) Esto tiene componente genético? Lo digo porque me molaría tener un brote de eso! Podríamos formar un dúo de superhéroes hermanos!

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