Escribujos en la tercera fase

Como todas las noches, caminaba de regreso a casa después de un duro día en la mina de sirope. La calle estaba especialmente lúgubre, pero había hecho tantas veces ese camino que lo podría recorrer con el ojete cerrado. Además andaba distraído pensando en sus cosas. Buscando la mejor manera de matar a sus jefes sin acabar con los huesos en la cárcel.

Se cruzaba con gentes de todos los lugares del mundo. Con músicas y olores de culturas de los cinco continentes. Con vecinos que gritaban y bailaban. Con parejas discutiendo a voces. Pero nada conseguía sacarlo de sus pensamientos. Al doblar la última esquina antes de llegar a su portal, se topó de bruces con un señor de estatura media. Estaba muy oscuro, por lo que no podía ver su rostro. Pero por el olor diría que era un yonki que se había alejado un poco de su barrio. Articuló un "disculpe" tan bajo que prácticamente era un susurro, y siguió avanzando por la calle. Nervioso. Acelerando el paso hacia su portal.


Sentía que los pasos se acercaban. Sacó las llaves e intentó abrir la puerta como un rayo. Pero los nervios provocaron que se le resbalaran de las manos. Las recogió y cuando consiguió meterlas en la cerradura una mano se posó en su hombro. Impulsivamente se giró con intención de propinar un golpe certero a su agresor, pero en ese momento una voz rompió el silencio. "Compadre, ¿no reconoces a tu camarada?"

Se paralizó e intento reconocer el rostro de aquel que le hablaba con familiaridad. "¿Yorch?" preguntó casi temiendo que la respuesta fuera afirmativa. "Exacto chavalín".

Era él, sin duda. Tenía una barba que le llegaba a la ingle, y su ropa parecía un montón de trapos malolientes. Pero a la luz de los halógenos del salón aún se reconocían los ojos vivos y las manos hábiles que le caracterizaban. Nadie pidió explicaciones por su aspecto, ni por su dilatada ausencia, y nadie las ofreció. Sólo pronunció una frase "Ha llegado el momento de volver". Suficiente para que en su aspecto desaliñado, casi de mendigo, sólo se pudieran intuir pinceles y lápices.

Un largo abrazo y manos a la obra.

2 comentarios :

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