Escri without Bujo

Era la décimo quinta vez que le respondía el buzón de voz. De nuevo dejó un mensaje intentando ocultar el ansia y la preocupación. Todo estaba parado y Escri era incapaz de localizar a Bujo. 

No era la primera vez que su compañero desaparecía durante un tiempo, pero nunca antes había dejado de contestar a la llamada de los pinceles. Era amigo de salir a tomar un café un martes por la tarde, y terminar cuatro días después, medio inconsciente, en una acera de una ciudad de otra provincia. También había periodos en los que se encerraba en su mundo interior, desconectaba el teléfono, y se dedicaba exclusivamente al noble arte de comer pizza, beber cerveza y jugar a la consola hasta que los días sin dormir le impedían mover los dedos sobre los botones del mando.


Pero esta vez era distinto. A Escri le habían confirmado que se había visto a Bujo caminando por el parque o comprando el pan. Los más viejos del bar aseguraban haberle visto hace semanas, y solo pidió un Frutopía tropical. En la tienda de videojuegos no sabían nada de él desde Semana Santa. Los borrachos que se reúnen en el parque frente a su portal creían haberle visto salir arreglado y bien peinado, de una manera que antes jamás le habían visto.

Esto empezaba a preocupar muy mucho a Escri. ¿Qué estaba pasando? En el periódico local se hablaba de sectas ultra-religiosas que captaban a ciudadanos y les reunían a cantar himnos. La iglesia de la Cienciología empezaba a tener cada vez más incautos adeptos. Los masones volvían con fuerza. Los Testigos de Jehová seguían su evangelización del pueblo. El Athletic Club de Bilbao estaba en puestos de Champions league. Podía haber caído Bujo en alguna de estas pseudo-religiones? Nunca fue muy espiritual, pero podría pasar.

De lo que estaba seguro es que nunca podría suplirle. Necesitaba encontrarle de nuevo. Pero mientras la banda de albano-kosovares que había contratado para localizarle hacía su trabajo, alguien tenía que dibujar. Escri se puso manos a la obra y, con esfuerzo y sacrificio, dibujó como si su vida dependiese de ello. Y aunque no era exactamente un virtuoso consiguió sacar algo decente.

The Show must go on.

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