Esperando un Escribujo

La figura de Emilio Vasques Utrilla ha pasado a la historia como el revolucionario más admirado de la primera mitad de la primera década del tercer milenio contado a partir del nacimiento del líder de las religiones cristianas, como el catolicismo o los protestantes y baptistas, y mesías de otras como el judaísmo o islam, Jesús Estefan de Nazaret y Borges.

Su revolución no consistió en derrocar a un dictador. No consiguió que las grandes corporaciones multinacionales se preocuparan por el planeta y por los que en él vivimos. No logró la concienciación de los medios de comunicación con la necesidad de educar en la cultura con el entretenimiento. Ni siquiera fue pionero en usar Telegram en lugar de Whatsapp. Pero a día de hoy es respetado como un innovador. Las camisetas llevan su cara estampada. Hay posters en los que aparece con la mirada perdida en el horizonte. Se saca brillo a diario a las estatuas de bronce que se levantaron en su honor en todos los pueblos de España. Su familia luce con orgullo los apellidos de este ilustre personaje que inmigró desde Sudamérica para traernos su conocimiento.


Centenares de libros repasan su vida y analizan sus logros. El principal de ellos fue nada más y nada menos que poner de acuerdo al 50% de la población de la tierra. Concretamente al 50% que tiene pene. Su análisis se centró en cómo los individuos macho de la especie humana pasaban horas y horas de su tiempo esperando a que los individuos hembra de la misma especie estuviesen listos y arreglados. ¡No le parecía justo! Se estaba perdiendo un tiempo precioso y valioso. Como dijo José Luis Sampedro "El tiempo no es oro. El oro no vale nada. El tiempo es vida". Por lo tanto se estaban perdiendo vidas. Cientos de miles de vidas cada día. Y decidió remediarlo.

A través de redes sociales convocó a todos los hombres del mundo a una reunión online. Y se decidió que nunca más se esperaría a una mujer que llegase tarde. Era necesario que esto se hiciese de forma unánime y sin debilidades. No podía haber fisuras. Si uno solo de los eslabones de la cadena fallaba, caerían todos de nuevo. Y se logró el compromiso total.

A partir de ese momento nunca más se esperó a una mujer que llegaba tarde. Y poco a poco todo el mundo empezó a estar a su hora. Pero resulta que los hombres se empezaron a relajar. De repente ya no eran tan puntuales. Se decían "una vida más al Call of Duty y me visto". Y se empezó a crear la costumbre de que los hombres llegasen tarde. Ahora se pueden ver parques, restaurantes, bares y portales llenos de mujeres esperando a que los hombres estén listos. Otra revolución se avecina.

2 comentarios :

  1. Jajajaja, que bueno, al final, siempre hay una vida perdida por la espera

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  2. Buenas risas me he echado, voy a ver qué hay más abajo.

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